El progreso tecnológico se permite sólo cuando sus productos pueden aplicarse de algún modo a disminuir la libertad humana

George Orwell

Los estudiantes intentan concentrarse arduamente en su clase mañanera. La profesora utiliza el pizarrón digital, y cada estudiante tiene una computadora personal en frente. Sin embargo, su teléfono aparece como una tentación. Es difícil observar con atención la pantalla del pizarrón digital sabiendo que al alcance de su mano tienen las noticias más jugosas del día y un interminable río de contenido acerca de qué están haciendo sus amigos y conocidos. La atención por la clase parece pasar a un segundo plano, pues en menos de minutos pudieron entrar a un mundo completamente nuevo con tan solo mover sus ojos hacía otra pantalla. Como si sus pensamientos hubieran sido apreciados por un ente extraño que ni siquiera pueden ver el cual los llama constantemente.

Es aquí donde la verdadera batalla comienza, los cerebros de los alumnos de alguna manera comienzan a divagar preguntándose si está bien o no desviar su atención. Pero cada notificación, imagen, video y palabra resultan muy llamativas casi imposibles de ignorar. Algunos ceden, y comienzan a intercalar su atención entre la pantalla de la computadora y la pantalla de su celular. Otros resisten un poco más, pero terminan cediendo a otras pantallas: la de la computadora de otro compañero, o el celular del compañero del frente. Parece una tentación demasiado grande como para poder resistirla, como si fuera una droga de la cual no podemos desprendernos.

En esta aula llena de pantallas, cada uno está inmerso en distintas plataformas, y la clase ha entrado ahora en una batalla en la que antes era la ganadora unánime: la brutal y sangrienta batalla por unos segundos de atención.

Hecho por: David Puente, Alisson Chachapoya, Juan Sebastián Balladares, Estefanía Bohorquez y María Sarah Gachet.