Mariana tiene 26 años y trabaja como community manager freelance. Maneja las redes de una pequeña marca de papelería artesanal. Durante meses, su estrategia fue clara: subir contenido todos los días a las 9 a.m., usar frases bonitas con fondos pastel y hashtags como #BuenosDías #ActitudPositiva. Los “me gusta” llegaban, algunos compartidos, algunos comentarios. Todo parecía ir bien.
Pero un día, mientras preparaba el contenido de la semana, se detuvo y abrió el panel de estadísticas. Nunca lo había revisado con atención. Y entonces lo vio: las publicaciones con frases tenían alcance, pero casi nadie hacía clic para conocer los productos. En cambio, un reel mostrando el proceso de encuadernado, que había subido por casualidad, tenía el triple de interacción y comentarios preguntando por precios.
Ahí cambió todo.
Mariana dejó de guiarse por lo que le gustaba a ella y empezó a observar el comportamiento real de su comunidad. Descubrió que sus seguidores interactuaban más por la noche, que los reels con sonido ambiente funcionaban mejor que los editados con música de tendencia, y que las historias con encuestas aumentaban las visitas al perfil.
A partir de esa información, reorganizó el contenido: menos frases, más procesos. Menos publicaciones genéricas, más historias con el detrás de cámaras. Las métricas se dispararon. Las ventas también.
Hoy Mariana no publica por inercia. Publica con propósito. Sabe leer lo que su audiencia no dice con palabras, pero sí con clics, tiempo de permanencia y respuestas. Para ella, los datos no son números. Son la brújula de toda su estrategia.
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